Las primeras veces suelen ser emocionantes, bonitas y especiales. Sin embargo, no suele ser así cuando hablamos de la primera vez que los niños van a la escuela.
Una experiencia nueva y emocionante se convierte en algo que asocian como negativo donde el miedo y el desconsuelo suelen ser los protagonistas de largas jornadas.
¿Qué hacemos mal para que algo que puede ser tan bonito y especial se transforme en un verdadero caos?
En Eme Montessori cuidamos mucho el periodo de adaptación y lo planteamos visualizando como objetivo principal de este periodo que esta primera experiencia con la escuela, esa primera toma de contacto sea emocionante, positiva e increíble.
Por eso planificamos estas primeras SEMANAS (que no un par de días) cuidando cada detalle y teniendo en cuenta qué aspectos son los que permiten que la curiosidad por esta nueva situación invada a nuestros peques.
Para nosotras es fundamental llevar a cabo un periodo de adaptación REAL, en el que los niños y niñas sean acompañados por sus figuras de apego hasta conocer a sus «seños», nuevos compañeros y hasta que se sientan cómodos en el nuevo espacio.
Solemos esforzarnos en convencer a los niños diciéndoles que en la escuela estarán con muchos amigos, y con la «seño» que los acompañará y cuidará creándoles expectativas que no corresponden con la realidad.
Lo que en realidad sucede es que llegan a un lugar nuevo y no encuentran nada de lo que les llevamos contando semanas atrás. Se encuentran con una «señora» que no saben muy bien si va a ayudarles o si pueden confiar en ella. Además, en la clase, que para ellos es un lugar completamente desconocido, encuentran a un número de niños desconsolados, llorando como locos y a los que se les puede leer el terror en los ojos. ¿Podéis imaginar la sensación, el miedo y la angustia que se genera cuando esto sucede así?
Cuando los niños pueden adaptarse a la escuela con un buen Periodo de Adaptación les ahorramos todo esto. Vienen a la escuela acompañados de sus figuras de apego y con esa seguridad comienzan a interactuar en el ambiente, a conocer a sus compañeros (que en unas semanas seguramente se convertirán en amigos, pero desde luego el primer día todavía no son más que desconocidos) y comienzan a conocer al adulto con el que posteriormente crearán lazos de apego.
Una vez se lleva esto a cabo, se produce la separación de sus familias, y por supuesto, es un momento de TRISTEZA (que no terror) y es cuando llegan las lágrimas, pero para entonces, ya conocen a su profe y se sienten reconfortados cuando ella les consuela.
Desde luego, el sentimiento de tristeza debe ser validado, y debemos darle importancia, acompañando a los peques en su proceso de adaptación, dejándoles que se expresen, y no intentando que no lloren o no se sientan tristes porque «deberían estar contentos». Su REALIDAD estos días de separación es de una u otra manera dependiendo del niño en cuestión y debemos respetarlos y acompañarlos.
El periodo de adaptación habrá llegado a su fin cuándo los peques comiencen a llegar por las mañanas FELICES y esta tristeza inicial se desvanezca. Pero para ello debemos dejar que el proceso siga su curso. Todo tiene sus tiempos y sus ritmos, y NUNCA deberíamos forzarlos.